Cobre: Chile con bajos resultados
En cuanto se crean comisiones para teorizar sobre el futuro y se amplifican los discursos ESG y de tecnología digital, Chile tiende a empeorar a cada año sus operacionales locales. Desde hace más de dos décadas que Chile invierte casi 10 mil millones de dólares a cada año, sin producir un único quilo adicional de cobre fino. Las nuevas inversiones inflan los gastos financieros e irrigan el mercado global de ingeniería y de maquinarias. Los lucros operacionales vienen siendo transferidos para grandes grupos proveedores de insumos.
Si la minería chilena no reconoce como obsoletos los caminos tecnológicos enyesados desde la década de 80; si no se entiende que fuimos conducidos al gigantismo, ayudando a promover la concentración de pocos grupos globales proveedores de maquinarias e insumos; si no se reconoce el fracaso operacional de la molienda SAG (el caballo de Troya de la tecnología global); si Chile no sabe enfrentar su mayor problema técnico: la caída de las leyes y se continúa moliendo y flotando cada vez más ganga que sale a cada año de la mina, llenando represas de relaves finos, es señal de que los planes nacionales a largo plazo no pasan de discursos teóricos afinados con la globalización de mercados, pero muy distantes de la realidad productiva local.
Lo mismo ocurre con esa escalada “digital”, queriendo transferir apresuradamente para el medio digital (y sin mucho criterio) las acciones y omisiones del operador, colocando en software y “cajas negras” lo que desde hace décadas la mayor parte de las plantas esconden con “cargas circulantes”, o sea, saltando etapas y transfiriendo al computador la falta de conocimiento efectivo y dominio manual de los fundamentos que regulan las operaciones unitarias más importantes del beneficiamiento mineral.
Hay excepciones comprobadas, en Chile y Brasil, donde parte de la minería avanza con nuevas filosofías de proyecto, con sentido práctico, rompiendo antiguos paradigmas y factibilizando muchos proyectos de baja ley que la ruta “Convencional” globalizada no ha conseguido. Con apoyo de MOPE, existen nuevos proyectos y plantas en operación cambiando arreglos, abriendo circuitos de conminución (principalmente chancado fino y molienda primaria) y otras acciones arrojadas, saliendo de la caja, descubriendo que hay buenas prácticas que han permanecido ocultas durante décadas, por causa del exceso de teorías y de paradigmas y, en algunos casos, por falta de coraje profesional.
Alexis Yovanovic